Terminaron llorando juntos y Aureliano sintió por un momento que el dolor había terminado. Pero cuando volvió a quedar solo en la última madrugada de Macondo, se abrió de brazos en la mitad de la plaza, dispuesto a despertar al mundo entero, y gritó con toda su alma:
-¡Los amigos son unos hijos de puta!
...
escribí un comentario, no sé si pique algo mal, falló la conexión o tengo que esperar tu aprobación, maese cazador. ahora lo sabré...
ResponderEliminarotro beso
mmmjjj. bueno... pues sólo decía que Sí, lo son! lo somos!
ResponderEliminar¿en qué idioma está tu blog? y ¿porqué borraste la entrada anterior?
Chale, tan temprano y ya diciéndome tan feo!
ResponderEliminarBesos.
Estoy leyendo, por fin, Cien años de soledad; ya no me falta tanto; ya llegó el tren.
ResponderEliminar¿Son los amigos unos hijos de puta?