Llego, con mi invariable cara de hush-puppie. Elijo mi lugar, casi siempre hacia el final del salòn pues aun soy principiante; pongo mi tapete y espero. Miro las piernas del instructor y me pregunto còmo se verían sus tenis bajo mi cama.
Saludo al sol.
Dos horas de felicidad absoluta tres veces por semana. Mientras estoy ahì, no pienso, no recuerdo, no imagino, no sueño, no espero, no sufro, no cavilo, no desespero. Sòlo tiemblo, pero eso es debido a mi falta de fuerza fìsica y mi pèsima condiciòn. Sòlo respiro. Sòlo sudo. Sòlo inhalo, exhalo y sonrìo.
Èl me pone de cabeza.
Busco mantener el equilibrio y me cuesta todo el trabajo del mundo. Sostenerme en linea recta con una pierna levantada y enganchado mi pie a mi mano me lleva al Funàmbulo. Me pregunto si èl podrìa mantenerse en la cuerda floja y yo convencerlo de ser ficciòn.
Èl empuja mi cabeza al piso.
Mi frente toca el suelo por acciòn de su palma en mi espalda.
¿De verdad puedo volverme tortuga? Mis hombros se resisten y parece que van a salirse de su lugar mientras intento ponerlos debajo de mis rodillas. Sudo, sudo, sudo. Gotas de sudor corretean en mi espalda haciendome cosquillas. Dios, que mis brazos me soporten.
Respiro, respiro. Me sostiene una pierna mientras busco el equilibrio. Mi equillibrio precario. ¿Soy o no en verdad el funàmbulo sobre el mundo? Es hoy. Sostente -dice- y me suelta. Conozco entonces mi miedo. Miedo a caer, miedo a estrellar mi cara, miedo a azotar las nalgas contra el piso. Miedo a torcerme, miedo a subir la cadera, miedo a que mis brazos no me aguanten. Y conozco entonces mi falta de equilibrio. Aùn no soy el funàmbulo, aùn no puedo cruzar en el alambre. La otra pierna -dice. Respiro, respiro, aprieto el ombligo. Puedo hacerlo, quiero hacerlo. Respiro.
Relajo el cuerpo tendida. Me hormiguea una mano. Me punza un hombro. Sè que tengo màs mùsculos de los que pensaba. Me duele donde nunca pensè que me dolerìa, incluidos los pies y las manos. Los dedos de los pies. Me duelen las plantas de los pies.
No soy como Batman, que desde el inicio de la historia ya era fuerte, agil, flexible y rudo. No soy como Batman que desde el inicio de la historia tenìa el abdomen marcado y los brazos fuertes. Yo llego al incio con unos kilos de màs, con miedo a caerme, sufro de vèrtigo, mi amor propio se tambalea al igual que mi equilibrio en una pierna, no soy un magnate y mi auto està aun en el taller. Tampoco tengo un Alfred que prepare una tina con agua tibia para calmar mi adolorido cuerpo... no señor, no soy como Batman, soy màs como yo.
La aspirante a heroina requiere un gran esfuerzo.
Namaste
Silvio Rodriguez - ¿Qué hago ahora?
Hace 14 años