Para que se me quitara la tristeza me llevaron de compras. De todo lo que no vi, quise una pijama del principito. Me la compraron luego de preguntarme varias veces si de verdad la quería. Pasamos toda la tarde en el centro comercial, pero yo ya quería llegar a casa para fingir sueño y ponerme la pijama de la felicidad.
Llegamos. Cenamos y jugamos maratón.
Cuando ya todos se iban a dormir fui a ponerme la pijama del principito. Estaba feliz. Salí de mi cuarto para mostraselas y se rieron. Me quedaba chica. Los pantalones (grandes) me ajustaban y la camisa tenía cortas las mangas. Me dijeron que la devolverían y que no había tallas más grandes. ¡ponte a dieta, gordis!
Regresé a mi cuarto a quitarme la ropa.
Empecé a llorar. Mi mamá dijo que ya era grande, que no llorara , que qué diablos me pasaba, era sólo una pijama!
La devolvieron al día siguiente. Me preguntaron si quería otra ropa.
No entiendes. Lo que yo quiero es dormir abrazando un borreguito.